Wednesday 19 December 2012

Terror zone


El género que aglutina el cine sanguinoliento, las películas de criaturas, de asesinos en serie, de experiencias sobrenaturales, las cintas que tiene como objetivo mostrarnos nuestro lado más oscuro y enfrentarnos a nuestros mayores miedos, al terror de mirar a los ojos eso que no queremos ver, el género del terror (u horror) es uno de los más vapuleados y, a la vez, de los más adorados por la audiencia.

Causa una fascinación extraña. Es quizás, con la ciencia ficción, una bodega que guarda los mitos, los horrores arquetípicos; la imaginación oscura que el ser humano ha cultivado desde el inicio de los tiempos.
Los críticos nunca han sido muy defensores del cine de miedo. Es absolutamente comprensible. La mayoría de las películas que se producen bajo las reglas del horror son porquerías antojadizas, gratuitas y pornográficas; no son dignas de ser consideradas un espectáculo cinematográfico y artístico valioso y trascendente. Sin embargo, hay autores de prestigio que entienden a esta arista del cine fantástico como un arte incomprendido, una industria con reglas particulares, que tiene en su forma y fondo una singularidad que no aprecian los encargados del análisis en los medios.


Stephen King, por ejemplo, considera que estos expertos no entienden en sentido del terror. Que andan buscando en cada film un “Citizen kane”, midiendo a los films que acuden al horror con la misma varilla con que medirían a “Stalker” de Tarkovski. Tenga razón o no, lo cierto es que el séptimo arte no sería el mismo si no fuese por el cine fantástico, de terror, sin la magia que adicionó este cine.
¿Qué hubiese sido de la creatividad en las películas sin el aporte de Melies, sin la radicalidad y revolución del expresionismo alemán; sin la narrativa, elegancia, el atrevimiento y lo gótico de las producciones de la universal: “Drácula”, “Frankenstein”, etc?


Ingmar Bergman estuvo muy interesado en el tema. “La hora del lobo” es una cinta fascinantemente oscura, gótica, inquietante; una pesadilla que envuelve y enfría la sangre con elegancia y elocuencia. Durante toda su filmografía ha utilizado elementos que lo vinculan al terror. Su vocación para inquietar y provocar miedo está relacionada a lo onírico, a lo brutal de la vida o a la visión ingenua y mágica de un niño, más que a basar el espíritu de sus cintas en historias que se ocupen de los mitos o matanzas.

Alfred Hitchcock basó todo su cine en el miedo. Psycho es la expresión explícita de los horrores que habitaron en su obra. Sin embargo, todas sus películas están cargadas de ese suspense que él creo y que expuso en pantalla como la intensidad del drama, pero que concretamente no era otra cosa que la proximidad a la muerte y al perjuicio de la persona.

Spielberg, el rey midas de la industria Hollywoodense, siempre estuvo interesado en el tema. Aunque el autor judío es más cercano a la ciencia ficción, en “Tiburón” y en “Poltergeist”, cinta salida de su creatividad, pero encargada a Tobe Hooper, expresó el más sincero amor por el género y su fascinación por las grandes amenazas reales y sobrenaturales.
Kubrick, maravillado por la historia de Stephen King, produjo “The shining” y creó una de las grandes películas de terror de todos los tiempos.

Así es como el cine de terror ha surgido a través de los tiempos. Fascinante para algunos; nefasto para otros; significativo, sin duda, como ingrediente para la ebullición de un séptimo arte que sólo lleva cien años de vida; una corta, pero fructífera vida.

No comments:

Post a Comment