Todo
lo que ocurre en nuestra infancia repercute en nuestra adultez:
nuestra personalidad se determina, los traumas se manifiestan, las
directrices son lanzadas para que inevitablemente sean el faro,
perverso o no, de la vida en su grosor. Ingmar Bergman, uno de los
más destacados cineastas de toda la historia hasta el momento,
monumento de la influencia y del cine con tendencia artística, debe
casi todo el tono de su obra a una infancia dura y castradora.
Ingmar Bergman
Nacido
en un hogar luterano, un hogar con un padre estricto y ultra religioso, duro, bruto y
frío, tuvo que sufrir de la lejanía de la madre: una mujer
presente, pero ausente, a la vez, que le negó su amor porque el amor
no era lo más popular en un casa en la que la rigurosidad religiosa
y la represión eran los estandartes con la que aquellas paredes se
sostenían. Tuvo un hermano mayor y una hermana; ambos con similares
penurias de las del joven Ingmar; lejos del cariño el pequeño
encontró una vía de escape en el único espacio que le permitía la
libertad: su imaginación.
El joven Bergman
El
cine de Bergman es rebelde, innovador, creativo y genial; siempre en
busca de la vuelta de turca, de lo diferente, de la película nueva,
de la vieja obra reconstruida. También es un cine distante, frío en
ocasiones, le abunda un tono melancólico, depresivo, intimista, pero
taciturno; es una cine, aparentemente, intelectual; muchos detestan
al sueco por esto, pero los que se dan cuenta que eso no es en
esencia cierto puede levantar la figura del autor y transformarlo en
un pensador humano y empático...
Todos
estos rasgos son descriptivos de la infancia de Ingmar...
En
este ambiente desolador en el que creció, el pequeño pudo construir
esperanza y vida: el uso de su imaginación le permitió un escape
luminoso de la noche existencial en la que se encontraba. Le mentía
a sus compañeritos de colegio, inventaba que sus padres lo habían
vendido a un circo, que debía irse muy lejos y que viviría rodeados
de animales y artistas; organizaba funciones de marionetas en un
teatro en miniatura para la familia cercana y aquella dónde entran
primos y tíos (que dicho, eran poseedores de otro humor y energía);
todos estos eran actos de rebeldía y sobrevivencia, eran el
aprendizaje y la primera piedra para su díscola actitud profesional.
Sin
embargo, aquello que comenzó a determinar su existencia fue cuando
llegó a sus manos un proyector de cine personal que obtuvo gracias a
una transacción que realizó con su hermano mayor; éste objeto
había sido su regalo central navideño...la vida comenzó a tener un
sentido y su pasión empezó a modelarse en profesión...
"Fanny y Alexander"
Luego
vendríamos plasmada parte de su niñez en varias de sus películas,
casi como un tema recurrente, como aquellas temáticas que se repiten
y repiten en la mayoría de las obras de los grandes autores
cinematográficos (En Hitchcock, por ejemplo, el falso culpable o el
crimen perfecto, etc) La cinta está en más contacto con aquella
etapa de Bergman es “Fanny y Alexander” (1982): la figura paterna
rígida y luterana que termina educando y haciéndose cargo de los
niños-el padrastro-la persona con la que su madre termina sus días,
luego de que su anterior marido falleciera y la familia se
disgregara; el escape fantástico y mágico de Alexander hacia la
imaginación y su irrupción en la realidad, etc; En “Sonata
otoñal” por ejemplo, la relación de la madre y la hija (que es el
tema de la cinta), la primera una figura inmensa, llena de ego y
egoísmo; la segunda, una mujer castrada, opacada e intelectual, que
perdió un hijo y fue marcada de por vida por la relación que tuvo
con progenitora; en “Gritos y susurros” la ausencia absoluta de
la madre y del padre, los maridos abyectos y fríos, el doctor
presente y ausente y la fría opulencia de las familias ricas...