Antonioni es un autor cinematográfico, con
todo el peso que conlleva esta declaración. La maestría para equilibrar y
relacionar sus ideas con el poder de las imágenes que puede encontrar en el uso
de la cámara, el montaje y la retórica lingüística audiovisual, hace del
director Italiano el tipo de maestro que más se acerca a un “ideal” en lo que
respecta a la autoría fílmica. Con “Blow up”, y con todas sus cintas, nos ha
puesto a trabajar y, como todos los mentores, nos ha llevado de la mano hacia
la reflexión, la observación apasionada y hacia el amor por comprender;
entender sus películas es acercarnos a las respuestas inconclusas de la vida;
verlas, es mirarlo a los ojos y eso es un metafísico privilegio.
En “Blow up”, su obra más popular, como
hacía notar en el artículo anterior, es un recorrido conceptual, artístico,
emocional y fílmico que danza en la representación de una Inglaterra que se
debate entre la anarquía y la compuesta tradición. El fotógrafo es un aventurero.
Es hiperactivo. Se mueve de un lugar para otro, como un niño lleno de energía o
como un drogo saturado de cocaína. Su inspiración y motivación es el arte. Pasa
por encima de todos por conseguir la pieza deseada o la foto indicada. No le
importa si irrumpe en la pobreza y desenmascara la indignidad; no le importa si
inoportuna a una pareja de amantes en el parque; él sólo necesita del artefacto
artístico; es su fin y su paz. Es por eso que cuando, en aquella tienda de
antigüedades, encuentra una hélice de madera, no duda en dar dinero por ella y
poder así admirarla y utilizarla en la multifuncionalidad de su estudio. Este
acto que para los ojos de cualquier burgués, alejados de casi toda apreciación
artística, podría parecer ridículo, excéntrico, hasta patético, para el
fotógrafo no es más que un fin cumplido en su aventura ególatra y narcisista.
¿Podría este hecho tener un sino trágico;
podría ser un castigo? La tienda de antigüedades, justo a un lado del parque
dónde el protagonista fotografía a la pareja y, posteriormente, encuentra el
icónico cadáver, es una pieza de madera, es parte de la naturaleza, pero
modificada, procesada y moldeada para ser incorporada como un objeto utilitario
al mundo artificial. Esta pieza es un caballo de Troya. Cuando el protagonista
lo ingresa a su hogar, ingresa con éste, el mal, su mal, parte de su perdición
espiritual. La hélice representa al bosque, representa el parque, representa la
transformación de éste en fotos, es la maldición de la industrialización y el
ataque a la naturaleza; es la obra de arte sin alma, a la que se refiere Walter
Benjamin…sin querer el fotógrafo abrió su propia caja de pandora.
Si observamos más detenidamente la
habitación del personaje principal, podemos apreciar ciertas formaciones de madera, por entre las cuales,
muchas veces, se pasea Vanessa Redgrave, la mujer sorprendida por el fotógrafo
en el parque, enmarcando su rostro en el hueco que dejan las incrustaciones de
bosque en el hogar del intrépido hombre de la cámara. Si nos damos cuenta,
rodeando el nombrado parque, arriba, en un extremo, hay un letrero luminoso que
dibuja o escribe un mensaje con Neón, de forma muy similar a las angulaciones
que la madera hace en la habitación del profesional. Ambas imágenes, de forma puntiaguda,
similar a una pistola, son argumentos visuales que explican, con una elocuencia
fantasma, la desestructuración que propone Antonioni durante todo el film, y
que nos hablan más que de la vida real, de la ficción, de las fotografías, de
la restructuración de su imagen central en trozos, en otras diferentes imágenes
sobre detalles de la original, pero de mayor tamaño, en un caos ordenado que
nos permite ver “la realidad”. Pero ¿qué realidad?, ¿cuál es la realidad en
aquellas fotos?, ¿les creemos a las imágenes tomadas del parque, que nos
muestran una especie de cadáver, una pistola, una virtual escena del crimen, o
le creemos al parque dónde el protagonista encuentra un cuerpo que luego
desaparece?, ¿dónde están nuestras emociones: en la ficción o en la realidad? Quizás
la pregunta debería ser: ¿cuál es más significativa?
La fotografía y el cine son artes muy
cercanos. Podemos vernos en los productos de cada uno, podemos pensarnos en
cada película o en cada fotografía, tenemos la inmensa fortuna de ser seres
inteligentes que conviven con imágenes todos los días, creamos mundos con
nuestra imaginación, pero somos tan frágiles que cualquier imagen perturbadora
nos puede hacer caer de nuestro trono; hemos creado la ficción para reconocernos
en ella, con nuestras contradicciones, nuestro orden y caos, y la
descomposición que vivimos todos los días. Todos nuestros días son iguales, no
vemos más allá, somos miopes, pero una sencilla y gloriosa ampliación de
nuestra mirada, una foto o una reflexión, nos puede dejar ver ese trocito de
realidad que está oculta y que puede remover todas las fibras de nuestro
corazón….para bien o para mal.
GG
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