En los días de la dictadura se hizo muy
poco cine. Los films chilenos en esa época de represión, pocos recursos y nulo
aporte de fondos nacionales, se enumeran con cuenta gotas. La mayoría de las
producciones contaron con la colaboración de dinero extranjero y su estreno en
cine era esporádico, extraño e incluso novedoso; llamaba la atención sólo
porque una producción nacional entrara en la lista de los estrenos en las pocas
salas de cine, todas de carácter individual y en rotativo: uno podía ver las
cintas las veces que uno quisiera.
Cuando se recuperó la democracia, las
nuevas autoridades comenzaron a retomar la cosecha de cultura y el vértigo que
ésta tenía previo al golpe de estado. Se retomaron los fondos criollos para fomentar
la producción cinematográfica “made in Chile” y se comenzó a rescatar el
ambiente cultural que se respiraba antaño. Las películas chilenas volvieron a
las salas, que se transformaron en multisalas, y la maquinaria de producción se
activó…ya no era un evento novedoso ver cine chileno en la pantalla grande.
Hoy, poco a poco, se está formando una
industria: hay cine “en serio”, se está realizando cine de género respetable y
lo más importante, hay escala de calidad: podemos ver buen cine nacional y bodrios, que es el primer síntoma de una
institución industrial. Las nuevas tecnologías, el mayor acceso a cámaras semi
profesionales con un look a 24 cuadros por segundo, la cadencia del cine, ha
permitido a los cineastas de espíritu, hacer sus películas con el vuelto del
pan, en su garaje, incluso con amigos, editándolas en su computador personal y
con la posibilidad de exhibirlas en festivales.
Notorio es el trabajo de Miguel Ángel
Vidaurre. Sus tres películas han tenido muy buena crítica y han sido vistas en
todo el mundo. Ellas son: “Corazón secreto”, “Oscuro/iluminado” y “Limbus”; Vidaurre
recoge el alma de David Lynch y mezcla el cine fantástico con ambientes
extraños e infiernos personales.
José Luis Sepulveda tiene una sola
película, “El pejesapo”, una cinta extraordinaria, que utiliza mecanismos del Mockumentary y narra ayudándose de la
vida real, ficcionándola y haciéndola parte de la obra. La desconcertante
mixtura entre vida real y narración lineal tradicional de ficción es deliciosa,
y el espectador experimenta el shock cuando no sabe si aquella escena de sexo
real en pantalla es parte del mundo irreal o parte de la vida, capturada por un
Voyeur.
La lista sigue: Sebastián Lelio, Alejandro
Fernández, Matías Bize, entre muchos más…
Esta respuesta “independiente” al “gran
cine” que se exhibe, masivamente, en las multisalas, es una señal potente de
que la industria chilena está tomando forma. Aquellos “indies” son la repuesta
natural al cine basura que algunos autores chilenos han exhibido en las salas
Hoyts, cinemark o cine mundo, y esta consecuencia autoral está formando, lenta
e inevitablemente, el cine independiente chileno.
No comments:
Post a Comment