Sunday 13 March 2011

LOS OSCARITOS

Como todos los años, me encierro a ver Los Oscars. Antes lo hacía con un amigo, pero hoy por hoy, por el distanciamiento clásico de los años, lo hago solo. En esta ocasión procedí de esta forma. Es una experiencia ver la ceremonia. Lo mejor del cine americano, lo mejor de lo que se ve más masivamente, es premiado.
Es el galardón más popular del mundo cinematográfico, porque claro, son las cintas que más se conocen, que más llegan al espectador tradicional, ese que busca desahogo dominical o panorama familiar de mall. Sin embargo, no hay que olvidar que Los Oscars no son más que un premio a la industria. Es una valorización anual de lo que los americanos hacen en su mega fábrica de sueños.
Tarantino dijo algo respecto, argumentando que la estatuilla americana era un encuentro único deportivo, la final de un mundial, por ejemplo; en cambio Cannes (realizó esta declaración en el contexto de este festival) eran Las olimpiadas.
No me mal interpreten, yo considero Los Oscars la oportunidad que tienen los gringos para resaltar lo bueno que se hace en Hollywood, por sobre la avalancha de mierda que también se produce. El cine americano es excelente, pero actualmente, y desde una fecha al presente, ha priorizado el hambre estúpida del espectador estadounidense, con eco en el mundial, sacando al mercado multiplicaciones infinitas de piezas clichés, estereotipas e industriales (de repetición y sin alma); ya no se hacen las cosas como antes.
Recuerdo premiaciones anteriores, pero muy anteriores, cuándo los críticos a esta, como yo, aún no nacíamos. Films ganadores como “The sting”, “The godfather”, “One flew over the cuckoo’s nest” (“Atrapado sin salida”), “The French connection” o “Annie Hall”, hacían hervir la sangre, parar los pelos, de tanta emoción y brillantez. Pero algo pasó en el camino, algo que Samuel Fuller destaca con ira en “White dog”, una de sus últimas obras. Ahí, el dueño una perrera dónde se entrenan canes que puedan incluirse, por sus habilidades, en películas, reclama airadamente, y golpeando un afiche de “Star Wars” pegado en una pared, como “este tipo de cine” nos ha quitado la pega, a nosotros, los que realmente nos preocupamos de hacerlo de verdad.
Y es cierto. Luego de la arremetida de “La guerra de las galaxias”, luego de la coronación ochentera de Steven Spielberg como guaripola intocable de la industria, posterior a las grandes producciones hechas de dinamita, no se hizo más cine con contenido, y cuando me refiero e invoco al concepto “contenido”, no estoy adquiriendo una postura snob, no es para nada una rebeldía sin causa; cuando digo contenido, digo “humanización”.
El cine que mira hacia el hombre, a su problemática interna, buscando respuestas, quizás, es lo que Hollywood olvidó. Hoy el tema “humanidad” sólo se trata de soslayo. Sin embargo en el Hollywood más profundo, aún se puede apreciar cenizas de ese despreciado tópico. La diferencia con antaño es el porcentaje. Hoy lo que se produce es cine de entretención por sobre la pieza comprometida, militante de neuronas y espíritu; por sobre la cadencia y la paciencia de las décadas que dejamos.
No culpo completamente a la jefatura de Los ángeles, culpo a lo movible de los conceptos, culpo al cambio de mirada. Lo que era entretenido antes, lo es diferente ahora. Las salas se repletaban para ver “The godfather” o “Taxi driver”; ese era el target de la industria. “Midnight cowbow” fue un hit, ganó el oscar y movilizó masas, y eso que fue la primera película clasificada como “X”, en el circuito comercial mainstream.
Hoy lo que llena salas es “Transformers”; hoy, en los palacios de las salas múltiples, se ofrece, en el 99% de sus cupos, cine digital y de “entretención”; hoy somos, deprimentemente, lo que vemos.
Los Oscars de este año estuvieron interesantes, descomponiéndolos bajo este alero. “The King speech”, “The social network”, “The fighter”, “Winter’s bone”, “True grit”, son lejos buenos ejemplos anacrónicos de la calidad y cualidad pretérita; de cuando Hollywood era verdaderamente respetado…



Tony Bronson

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