Thursday 21 June 2012

El mal de Hollywood: los actores

Una vez le escuché decir a Jodorowsky que él amaba el cine americano, sentía fascinación por la meca cinematográfica, por Hollywood, especialmente en esos años de elegancia y blanco y negro, la época en que los clásicos más indiscutidos fueron creados. Muchas veces fue invitado para trabajar en la industria de Los ángeles, pero la vez que lo hizo-cuenta-fue la experiencia más decepcionante de su carrera como artista. “The rainbow thief” (“El ladrón del arcoíris”, 1990) su trabajo más tradicional, en el interior del mainstream fílmico, en el corazón de Hollywood, fue el trabajo que le permitió descubrir que el cine de la costa oeste era un fiasco, dando con la razón principal: los actores. Las exigencias de Peter O’toole eran ridículas y el ego de Omar Sharif era infinito, ambos protagonizaron “The rainbow thief”, y ambos fueron los encargados de demostrarle a Jodorowsky que el cáncer del cine norteamericano eran el divismo de los interpretes en el plató. Los creadores de South park, Matt Stone y Trey Parker, son de la misma idea. Su odio por los actores ha ido más allá. En su serie animada los han destrozado, los han ridiculizado y denostado sin guardarse ni un nombre, sin tener el menor respeto y sin ningún tipo de miedo a demandas. Recordado es el capítulo dónde a Tom Cruise lo impulsan a “salir del closet” en el que el “pastor” de la cienciología se había refugiado. Cuando Matt y Trey fueron nominados, por una canción de la película de South park, a Los oscars, asistieron a la ceremonia vestidos de mujer, satirizando con la audiencia, los actores y directores, y provocando a todo el mundo. Los actores conocen su poder, saben lo que valen, y no se detendrán en exigir las cantidad de millones de dólares que los deje conforme. Últimamente, han exigido llevarse porcentaje de las ganancias de los films en que participan y se han hecho parte del proyecto ya como miembros de los departamentos creativos y de producción. Sus exigencias son ridículas. Exigen ser tratados como dioses. Llegan, actúan y se van. Tienen horas de trabajo cortas, y exigen breaks cada ciertos minutos. Si ellos determinan que no desean volver al set, se suspenden la filmación y la gente se va para su casa hasta la siguiente jornada. Mientras más sexy, peor. Esta clase de actores y actrices son la peor calaña hollywoodense. Saben que su imagen de sex simbol es la más cotizada, por sobre la imagen de actor de renombre, como Anthony Hopkins o Al Pacino, por sobre la calificación de actor de carácter; ellos, los “hot” son los que más exigen y exigen, y no les tiembla la vergüenza en desplegar todo su repertorio de excentricidades. Megan Fox, Jenifer Lopez, Ryan Reynols, Julia Roberts, Tom Cruise, Jenifer Aniston, Ben Affleck (como actor), Matt Damon, Pamela Anderson, todos ellos fueron acusados por los directores de divos, insoportablemente ególatras, “dolores en el culo”; todos. Lejos de la interpretación que muchos de los actores y actrices puedan desplegar, está su imagen. La imagen es la que vende, ya casi nada la actuación. Megan Fox vende por sus curvas y por su rostro de mujer fatal, pero no por su talento, así mismo Jenifer Lopez, Tom Cruise, en su tiempo más divo, Julia Roberts… El cine Hollywoodense está enfermo: el negocio se comió a la industria fílmica; el “star system” acabó con las buenas ideas y los filmo-dólares que persiguen las grandes productoras terminó por liquidar a las maravillosas producciones que el cine americano, alguna vez, nos entregó.
GG

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