Tuesday 14 December 2010

Christopher Nolan, el caballo de Troya

Hollywood, la meca del cine industrial, representa, para muchos de los nuevos talentos, una meta y un desafío en su incipiente y exitosa carrera como autor cinematográfico. Las grandes productoras, siempre atentas a los flamantes directores que han tenido algún éxito o han destacado en sus países como promesas, los recluta y los pone al mando de proyectos que son, comparativamente, muy inferiores a los que el recién llegado ha llevado a cabo en su corta vida como director. Hollywood ha instalado otro ladrillo en un muro inacabable hecho de fórmulas y poca imaginación.
Para muestra de aquello sólo basta con detenerse y observar la cantidad de remakes que la industria ha levantado y que sólo han sumado en su incapacidad de lograr algo original y creativo. Los nuevos guiones sólo rellenan espacios establecidos y crean nuevas rutas. Hollywood es un paradigma con reglas y parámetros estrechos, que velan porque los filmes que se fabriquen allí satisfagan a la gran opinión pública poco pensante de Norteamérica; si está asegurada la recaudación, está asegurada la pega y, así, nuestro negocio será próspero.
Pero existe un reducido grupo de autores, de aquellos nuevos valores entrantes, que han logrado quebrar esa rigidez recalcitrante de normas y han impuesto, vía calidad, creatividad y éxito económico, sus propios estándares, para así dar un poco de frescura al agua estancada de Los ángeles. Una de estas aspirinas es Christopher Nolan.
Parece ser que Nolan tuvo las cosas claras desde un principio. “The following”, su primera película, independiente y en blanco y negro, es una bomba de creatividad y recursos frescos: saltos de tiempo, restructuración narrativa, buenas actuaciones, sorpresa y una dirección consecuente con aquello, no hacen sólo demostrar que el inglés estaba consciente de cómo debían ser sus cintas para tocar la cima de la industria y del cine mundial.
Toda su obra, pero sobre todo “Inception” y “Memento”, tienen aspectos en común que las hacen emerger en el mar de la mediocridad en que está sumergido Hollywood, y esa virtud tiene un sólo nombre: imaginación. Qué raro suena eso, es como si estuviésemos descubriendo el agua tibia...Para ser artista hay que tener imaginación, virtud que el cine masivo estaba perdiendo.
Si hacemos un parangón entre “The following” e “Inception” (y gran parte de la obra del Nolan) veremos que existe mucho en común: son películas que rompen paradigmas, son muy interesantes y entretenidas, tienen tramas enraizadas, están llenas de sorpresa y suspense. Pero si nos vamos al núcleo veremos que sólo hay una fórmula maestra, y es que se destacan por ser frescas y creativas, hasta la vena, y no sólo otro film "bien hecho"
“Inception”, por ejemplo, nos traslada a un mundo que conocemos muy bien, pero que nunca está consciente en nuestras ideas: los sueños. Crear una cinta en el pedregoso país onírico es una tarea de investigación y vuelo creativo que puede quebrar cualquier cabeza. La mayoría de la historia ocurre en la sinapsis de los personajes, y como en nuestros sueños y pesadillas todo puede pasar, la obra se trasforma en un mundo inacabable de formas, movimiento y vértigo imposible.
Es esta libertad de creación la que lleva a Christopher Nolan a permitirse crear la cinta industrial más surrealista y radical que podría haber nacido de una madre muerta, y con esto, de pasadita, inventó nuevos escenarios: una habitación que se mueve y hace levitar a los personajes como si estuviesen en el espacio exterior; una furgoneta que toma más de media hora en caer al agua, mientras que en un lugar paralelo la acción explota en treinta segundos; ciudades que se doblan entera como chicle, donde cualquier brújula anunciaría su retiro…Hollywood fue un lugar fértil mientras “Inception” estuvo en los cines.
Si podemos establecer una crítica a “El origen”, nombre que recibe en español, es que su inacabable e intenso flujo de información, directamente proporcional a su acción, agota, debilita y llega a desconcentrar, lo cual, aún así, es parte del cuerpo novedoso de la cinta.
La gracia y el talento del director británico no están sólo en su cabeza creadora, sino, además, en lograr que sus películas resulten, por mérito propio, absolutamente rentables. Todas sus entregas han tenido la consecuencia que los ejecutivos esperan, y esto no es más dólares, y por millones. Hay una gran lección que sacar aquí, se lo digo a la distancia a las cabezas de la industria: tienen que fijarse más en lo que los autores les pueden entregar que en los focus group, cuyos predecibles informes no hacen más que mantener a aquellos personajes de cuello y corbata en el círculo vicioso del que no pueden salir.
Cuando un espectador ve algo nuevo, lleno de imaginación, lo agradece. La gente que compra su entrada sabe cuando algo es bueno o no y, sabe, por ende, cuando la cabeza de un creativo se puso a funcionar. Es eso lo que hace a Nolan único y un pilar en ese pedazo de industria que ocupó e hizo propio. Es un director de estirpe; clásico y posmoderno a la vez; integro y audaz, como los que ya no se hacen; conjuga excelentes guiones con visión industrial y se lleva bien con lo que exige las reglas comerciales, sin abandonar su esencia autoral.
Hemos de esperar que esto no sea sólo un veranito de San Juan, sino que se haga una constante, y que los ejecutivos de Los ángeles entiendan que si siguen con su sistema eterno de repetición, van a pudrir a un cine comercial que desde un tiempo hasta la fecha brilla cada vez menos.

Tony Bronson

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